Zbigniew
Brzezinski es un pensador
y estratega que sirvió a EE.UU. durante la presidencia de Carter y
sigue tributando a su país de adopción –nació en Varsovia en 1928 –
manteniéndose activo y lúcido
y aportando su óptica sobre el mundo. Su sabiduría.
En un reportaje publicado en El País de Madrid (21-7-14), aseveró que el mundo está “desencuadernado”. Gráfica verdad.
Feliz vocablo para describir la infeliz realidad.
En
una nota de opinión no se puede escribir un libro, pero sí formular una
síntesis para patentizar cuán desencuadernado está nuestro mundo.
Dos
pueblos que en 1948, por mandato
de las Naciones Unidas, debían formar dos Estados y convivir cual
vecinos ancestrales, siguen guerreando 66 años después. Nadie ha sido
capaz de ordenar esta flagrante anomalía
que afecta al globo entero. Aludo obviamente a Israel y Palestina.
Con el derrumbe del Muro de Berlín en 1989 se terminó el orden de la Guerra Fría y empezó en gran desorden que hoy sufrimos.
No es que añoremos a aquélla. Simplemente, describimos un escenario real.
Las fronteras
siguen siendo más provisorias que antes. Todos los días emerge un
conflicto fronterizo y para magnificar
la cuestión ahora se incorporan los océanos y mares como nuevos
protagonistas. EE.UU. declarando una “reserva natural” inmensa a partir
de las Marianas, disputando abiertamente por el
dominio del Pacífico. China controvirtiendo con Japón, con Filipinas,
con Vietnam por porciones del mar y por islotes pequeñísimos, rocosos y
deshabitados, pero generadores
de jurisdicción económica conforme la Convención del Mar. Sin ir tan
lejos, la Corte de la Haya tuvo que fallar en un litigio de Chile y Perú
por una fracción del Pacífico
y sigue abierta la reivindicación boliviana. También en Centroamérica.
Nosotros mismos no terminamos de acordar con nuestro vecino y hermano
rioplatense sobre…canales de navegación
¡Pensar que Inglaterra y Francia nos invadieron prepotentemente hace
170 años para …¡abrir el Paraná a su navegación!…No se puede omitir en
esta materia marítima
la increíble inmensa “reserva” que intenta implantar Gran Bretaña en
torno de las Georgias del Sur, ese archipiélago que nos pertenece.
Crimea
es sólo un hecho visible de un proceso subterráneo
de reconfiguración de fronteras y espacios en toda el Asia. China y
Rusia tratan de evitar – como hace añares – ser cercadas y por ende
despliegan movimientos que acarrean graves pugnas.
La emergencia del Kurdistán promete rehacer el mapa del Cercano
Oriente.
El extremismo está a
la orden del día, sea en Nigeria – una situación gravísima desde lo
demográfico
porque es potencialmente explosiva- o en Mosul, Irak, donde los
cristianos sufren vejámenes propios de dos siglos atrás. No está saldada
la cuestión de Sudán y Egipto
es un enigma.
Los
separatismos van a contramano de la aparente corriente integracionista.
Hasta Escocia se quiere disociar. Faltará poco para que Quebec
replantee su aspiración. Los otros días el superministro
de Bachelet, Rodrigo Peñalillo, fue interpelado por el legislador
opositor Edwars a propósito de la compleja situación de la Araucanía,
donde se profundiza la puja con los
indígenas, quienes quieren algo más que autonomía y tierras.
Se atisban
procedimientos muy parecidos a los de antaño: me vendes tu producción
primaria y me aseguras los recursos, incluida
el agua y yo te proveo de mis manufacturas con trabajo y valor
agregados. Los mismos vínculos del s.XIX que mantuvimos con Londres,
pero ahora en África y nuestra América con los
viejos y nuevos actores, como China.
Lo
de la deuda y su reestructuración torpedeada por la literalidad de la
ley de Nueva York – aplicable por la propia dialéctica del
endeudamiento, intrínsecamente perverso
e ínsitamente corrupto – para que me prestes te doy la garantía de que
se aplicará tu ley -, es desopilante: puede caerse un acuerdo
relativamente razonable como los canjes de 2005
y 2010 porque la Justicia se empeña en garantizar el marco de seguridad
jurídica que hizo de Nueva York el emporio financiero – junto con
Londres – más fuerte del planeta. Sí,
pero ¿a qué precio? ¿Desestabilizar más al mundo desencuadernado?
¿Poner en estado de zozobra a uno de los países más relevantes del
hemisferio sur?
Lo
antedicho no se consigna olvidando
el contexto de corrupción doméstica, causa radical de la mayoría de las
calamidades, aunque las apetencias geopolíticas estaban, están y
estarán, inclusive más
allá de la ética de los funcionarios. Esos apetitos hacen a la
naturaleza de los pueblos, siempre ansiosos de más recursos y mayores
horizontes.
Malísimo sería una tierra con unipolaridad geopolítica,
económica y militar. Pero no es buena una multipolaridad caótica, plagada de acechanzas y para colmo expoliadora.
El mundo, para encuadernarse, necesita mucha más cooperación veraz, tangible y concreta
y mucho menos riesgos. Menos fragmentación y turbulencia, más estrategia y visión. También, claro está, estadistas éticos.
*Diputado nacional de UNIR- Frente Renovador
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